viernes, 3 de enero de 2014

El Bunyip

Pintura del Bunyip hecha en 1935.
Uno de los monstruos más temidos en el folklore y las tradiciones orales australianas, es el Bunyip; que dependiendo del narrador o la versión de la historia, puede ser desde un animal no reconocido por la ciencia, hasta un demonio acuático.
De hecho, el nombre "Bunyip" significa "demonio"o "espíritu" en la lengua de los aborígenes australianos. La criatura, de acuerdo con la leyenda más conocida; es un monstruo sanguinario que habita pantanos, bocas de río, billabongs (un tipo de agua empantanada) e inclusive puede aparecer en fosos. El Bunyip puede permanecer quieto bajo el agua y esperar a que pase una presa, de manera similar a como lo haría un cocodrilo; y se cree que el Bunyip tiene una predilección por la carne de mujeres y niños, la cual le resulta muy dulce.
El Bunyip, sorprendentemente; aparece tanto en tradiciones aborígenes (en las que se cuentan hasta nueve versiones distintas del monstruo, según el escritor Robert Holden) como en relatos de pobladores europeos que datan incluso de mediados del siglo XIX; siempre teniendo en común que se trata de un poderoso mamífero acuático que puede tener poderes sobrenaturales.
De ahí en fuera, se le describe con múltiples rasgos como un hocico de perro, piel negra, una cola de caballo, aletas, colmillos de morsa e inclusive un pico de pato. En otras leyendas aparece como un cocodrilo o un ave; mientras que en algunas versiones en específico se cree que es una serpiente con una barba o melena, o inclusive una gigantesca bestia con rasgos humanos, cuello largo y una cabeza de ave.
También su tamaño va desde el de un perro grande, hasta algo más grande que un rinoceronte o una bestia serpentina de proporciones mayores a las de una anaconda. Por estas razones, muchos investigadores creen que en realidad puede haber múltiples críptidos acuáticos en Australia que son englobados en la mitología del Bunyip.
Versión de 1890 del Bunyip, similar a un perro.
La gente Moorundi del Río Murray tenía una leyenda que mencionaba que "era una criatura temida que habita el Murray, y que no tiene una forma definida. Pero que muchos dicen es similar a una estrella de mar."
El libro "Aborígenes de Australia" de 1878, menciona al Bunyip a lo largo de diez páginas pero concluye con  lo siguiente: "En realidad, poco saben los negros de su forma, refugio o hábitos; y parecen tan aterrorizados por la bestia que son incapaces de mencionar sus características".
Existía una pintura rupestre conocida como el Challicum Bunyip; grabada por aborígenes en el banco de la Cañada Fiery; cerca de la población de Ararat en Victoria. De acuerdo al reporte del periódico "El Australasian" de 1851; un Bunyip fue atacado con lanzas tras matar a un aborigen. El Anticuario Reynell Johns insiste que hasta los 1850s, los aborígenes tenían un hábito de viajar al lugar cada año y volver a grabar las líneas del Bunyip; el cual medía entre 'cuatro pasos de alto y 11 de largo'.
La imagen sin embargo, ya no existe.
En 1845, el periódico "The Geelong Advertiser" anunció el descubrimiento de fósiles en la provincia de Geelong, y la historia de un aborigen que al verlos, manifestó que se trataba de los huesos de un Bunyip, y el periódico dio la siguiente descripción a partir de la historia del hombre:
"El Bunyip es representado como una combinación de las características de un ave y un cocodrilo. Tiene una cabeza que asemeja la de un emú, con un pico largo terminado en un borde serrado. Su cuerpo y piernas son como los de un cocodrilo, con las traseras gruesas y fuertes, y las delanteras mucho más alargadas; pero con gran fuerza. Las extremidades tienen grandes garras, pero los negros dicen que su método usual de caza es abrazar a su presa hasta la muerte. En el agua, nada como una rana y en la orilla, camina sobre sus patas traseras con la cabeza erecta; y en esa posición mide hasta tres metros de alto"

El cráneo del Bunyip.
El cráneo del supuesto Bunyip.
En enero de 1846, un cráneo fue extraído del banco del río Murrumbidgee, cerca de Balranald; Nueva Gales del Sur. Los reportes iniciales sugerían que era algo "completamente desconocido por la ciencia". El excavador que lo encontró dijo que todos los nativos a quienes se los había mostrado lo llamaban un Bunyip. Y para julio de 1847, los expertos como W.S. Macleay y el profesor Owen; identificaron el cráneo como el de un feto mal desarrollado de una vaca. Sin embargo, para ese tiempo; el cráneo ya estaba siendo mostrado en el Museo Australiano de Sidney, y los cientos de visitantes que lo vieron mencionaban que era un "Bunyip"; lo cual desató una vaga histeria colectiva tras que se mencionó también que en marzo de ese año se había visto un inmenso "Platibus" (Platypus, 'ornitorrinco') tomando el sol en el borde del río Yarra, del lado opuesto a la plaza de gobierno en Melbourne. Un grupo de cazadores subió en un bote para atraparlo, pero la bestia desapareció cuando se hallaban a una yarda de ella.

La verdad tras el Bunyip.
Muchos investigadores, paleontólogos y criptozóologos manejan que el Bunyip puede ser una especie de marsupial desconocido para la ciencia; o inclusive una especie de megafauna australiana que ha sobrevivido hasta estos días. En este blog ya hemos mencionado a otras bestias como el Drop Bear, y su relación con posibles marsupiales extintos en el continente australiano.
En 1933, Charles Fenner sugirió que el mito actual del Bunyip puede resolverse en el hecho de que hay épocas del año en que se puede hallar focas en los ríos Murray y Darling; y que se han hallado ejemplares en territorios tan tierra adentro como Overland Corner, Loxton y Cornago; y le recordó a los lectores que "la piel suave y el grito eran características de la foca".
En Australia se puede hallar cerca de diez especies de foca; que van desde el León Marino Australiano, hasta titanes como el Elefante Marino del Sur y la Foca Leopardo.
Una foca leopardo en la Antártida.
La foca leopardo (Hydrurga Leptonyx), es un mamífero marino de gran tamaño (entre 2.4 y 3.5 metros de largo) y que alcanza un peso de hasta 200 kilogramos. Es un feroz depredador que se puede hallar en Australia, Tasmania, Sudáfrica, Nueva Zelanda, la Isla de Lord Howe, Tierra del Fuego, las Islas Cooke y la costa atlántica de Sudamérica; y se alimenta de focas, pingüinos, peces y krill; solo superado por la orca como el depredador máximo de la Antártida.
Podría ser responsable de algunos casos en los cuales el Bunyip se alimenta de personas, ya que es una de las pocas especies de mamíferos marinos de las que se sabe han atacado seres humanos en el pasado.
El Diprotodon
Otro de los posibles candidatos a la identidad del Bunyip es el Diprotodon, también conocido como Wombat Gigante o Wombat Rinoceronte; el mamífero marsupial más grande que jamás ha existido. Oficialmente, el Diprotodon aparece en el registro fósil australiano desde hace 1.6 millones de años hasta hace poco más de 46,000.
Sus fósiles han sido hallados en todo Australia, y van desde cráneos y esqueletos completos, hasta cabello y huellas. Algunos esqueletos femeninos incluso han sido encontrados con bebés en donde deberían estar las bolsas de la madre.
El Diprotodon era un animal del tamaño de un hipopótamo, de hasta tres metros de largo y dos de alto; pesando hasta 2.8 toneladas; y habitaba bosques, pastizales, pantanos y otros hábitats del continente. El Diprotodon comía hojas, hierbajos y pasto. En la actualidad, los parientes sobrevivientes del Diprotodon son los wombats y el koala; aunque se cree que aún pueda haber poblaciones pequeñas viviendo en el interior del continente y las áreas pantanosas del norte.
Obdurodon Tharalkooschild
En el año 2013, se encontró un diente de gran tamaño en Australia; el cual se cree que perteneció a un ornitorrinco carnívoro de gran tamaño que desapareció hace cinco millones de años. El Obdurodon era del tamaño de un cocodrilo, y el hecho de que poseyera dientes mientras los ornitorrincos modernos no; claramente indica que era un depredador acuático.
Si bien las especies modernas de ornitorrinco no son de gran tamaño, bien podría existir una especie desconocida que podría confirmar la historia de los múltiples testigos que vieron a un ornitorrinco gigante en el siglo XIX; además de responder porqué algunas descripciones del Bunyip asemejan a monotremas de tamaño colosal.

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