jueves, 29 de septiembre de 2016

Los Monstruos de Narrabeen.

El caso de los Monstruos de Narrabeen comienza en 1968 en la región australiana de Nueva Gales de Sur: El 3 de abril de ese año, una mujer de nombre Mabel Walsh visitaba el lago Narrabeen, un estuario de agua salada en la costa al norte de Sidney cuando se topó con algo que jamás había visto antes.

La señora Walsh había estado conduciendo por un tramo de la autopista Wakehurst Parway de manera paralela al lago, cuando vio algo emergiendo de las aguas. Se detuvo para observarlo con más detenimiento, y su sorpresa fue mayúscula al ver una criatura de aspecto humanoide que asemejaba una especie de "hombre elefante".
De acuerdo con Walsh, el ser medía poco más de un metro de alto, tenía piel áspera y gris como la del elefante y piernas cortas, redondas y gruesas; mientras que sus extremidades superiores resultaban considerablemente más cortas. Walsh explicó que su cabeza tenía una forma similar a la del oso hormiguero, con una trompa alargada y ojos pequeños.

Al darse cuenta de que lo estaban observando, la criatura salió del agua y corrió tambaleándose hacia la autopista con un andar que a Walsh le recordó a un borracho, para después desaparecer en unos matorrales. La mujer se convenció de que la criatura no era ningún animal que hubiese visto antes, pero no pudo detenerse a investigar pues tenía prisa por un compromiso y además la zona de Narrabeen es famosa por sus cocodrilos de agua salada; lo que representaba un gran riesgo para la mujer.

El siguiente encuentro fue en abril de 1971, cuando dos pescadores dijeron haber visto una gran forma moviéndose cerca de la costa del lago Narrabeen. Al apuntarle con una linterna de queroseno, la luz titilante reveló que se trataba de una monstruosa bestia de piel gris y una trompa como la del elefante.
De manera interesante, esa noche una mujer que vivía al borde del lago dijo haber sido despertada por un sonido terrible como de gárgaras, y aunque no vio a la criatura, dijo que llevaba algo de tiempo sufriendo experiencias similares.
Los diarios australianos generaron una breve paranoia que desencadenó en un gran número de visitas al lago para ver al "Monstruo de Narrabeen"; y el investigador ufológico Bill Chalker visitó el lago a fines de la década de 1970 para investigar los avistamientos. Pasó varias noches acampado en la orilla para encontrar evidencias de la criatura, pero sin éxito alguno.

En 1985, Chalker entrevistó a un granjero llamado Cecil McGann, quien le relató sobre una experiencia desconcertante en 1927. En esa ocasión, McGann junto con vecinos y amigos lograron ver una extraña luz en el cielo que parecía bailar y zigzaguear a la distancia. A la mañana siguiente, las vacas de su familia se veían asustadas y se negaban a abandonar su corral.
No fue hasta unos días después que las vacas se calmaron y volvieron al prado a pastar. Más tarde ese mismo día, las vacas volvieron corriendo hacia la granja en una extampida, con expresiones de terror. Al meterlas al corral y contar las cabezas de ganado, McGann se dio cuenta de que faltaba una. Eso no lo sorprendió, pues era usual que las vacas sencillamente se salieran  y vagabundearan por la zona, así que el granjero montó a su caballo y decidió salir a buscarla.
Al llegar a la zona de pastoreo, se encontró con algo muy diferente a lo que habría esperado. En lugar de una vaca, McGann vio dos extraños humanoides con cabeza de elefante moviéndose entre los arbustos. Al día siguiente, los padres de McGann encontraron a tres de sus cerdos muertos y colgados tras una barda, con extrañas marcas en sus cuellos y sin una gota de sangre en el cuerpo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El francotirador fantasma de Camden.

Durante noviembre de 1927, varios automóviles y un autobús que viajaban por el puente de Camden, Nueva Jersey, fueron víctimas de un ataque repentino que destrozó sus cristales como si de una ráfaga de ametralladora se tratara.
Temiendo que fuese obra de algún asesino serial o psicópata, la policía se presentó de inmediato y acordonó el puente en su totalidad. Pero tras una exhaustiva búsqueda, la policía y un equipo de balística fueron incapaces de encontrar rastros de los proyectiles... casi como si las balas se hubiesen desintegrado.
Sorprendentemente, no hubo víctimas graves. Todas las heridas fueron producidas por los fragmentos de cristal al estallar los parabrisas, pero fue ahí que ocurrió lo más extraño: Durante el proceso de investigación, el oficial de policía John J. Rodgers cayó al recibir dos disparos mientras recorría el puente.

Tras el ataque a Rodgers se recuperó un proyectil azul de tamaño similar a una canica. En este caso, no se determinó como podría haber sido disparada con la misma potencia de una bala sin hacerse añicos al impacto, mucho menos el punto exacto desde donde se disparó. El otro proyectil recuperado quedó incrustado en uno de los rieles de acero del puente, dejando en claro que habían sido propulsados por una fuerza increíble.
Curiosamente, la única evidencia del disparo en Rodgers fue un moretón en la espalda.
Pese al descubrimiento de la canica, un análisis de los cristales destrozados reveló que lógicamente el daño fue producido por balas de calibre .22 o .25. 

Fotografía de la época mostrando el daño a un cristal.
En los días posteriores, varios automóviles, tranvías, autobuses, taxis y luces de la calle fueron reventados por balas 'fantasma'. Un total de 11 vehículos fueron dañados de esta forma, y en cada caso los testigos reportaron no haber escuchado algún disparo.
Las autoridades aún intentaban descubrir qué había sucedido cuando llegaron más noticias de ataques en otros sitios, todos al mismo tiempo. Una tienda en la zona de Crammer Hill fue atacada, y sus puertas de cristal reforzado terminaron destrozadas por los impactos de proyectiles invisibles.
La investigación del ataque determinó que el proyectil había sido disparado desde afuera, pero no hubo evidencia de fragmentos de bala o proyectiles como balines o canicas en las inmediaciones del edificio. Tampoco se reportó algún disparo.
Las localidades de Collingswood y Lindenwood fueron las siguientes, y como en los sucesos anteriores, no hubo disparos o evidencia de balas. En ciertas ocasiones, se recuperaron proyectiles convencionales como un tornillo de niquel o más canicas; pero no se estableció un enlace directo entre estas y el agresor. De cualquier manera, la mejor teoría fue que estos proyectiles habían sido disparados mediante el uso de un rifle de aire o resortera de gran poder.
Esa teoría se descartó debido a que en la época no existía ningún rifle de aire o resotera conocido que tuviera esa potencia. Otra teoría que prevalece hasta hoy es que el asaltante debía estar usando alguna especie de silenciador muy sofisticado.

En cuanto a los sospechosos, la falta de pistas condujo a búsquedas infructuosas.
En un caso, se arrestó a un niño con una resortera, pero se le liberó al no llegar a la conclusión de como era que podría haber disparado con la fuerza necesaria o como pudo ser responsable de los otros ataques.
Camden y las poblaciones vecinas ya se encontraban presa del pánico en ese momento, y si bien el tirador no había matado a nadie hasta el momento, para algunos pobladores era cuestión de tiempo. La gente ya no salía de sus casas y evitaba pasar por el puente. Es durante este pánico que se cree que debió haber imitadores que aprovecharan el caos para realizar otros ataques similares.

La primer evidencia concreta de un atacante llegó durante un incidente en el cual dos mujeres dijeron haber visto a un extraño afuera de su ventana a eso de las cuatro de la mañana. 
Las mujeres dormían en una habitación cuando el cristal de la ventana explotó en añicos. Al asomarse, lograron ver a un hombre misterioso cruzando la calle a gran velocidad. En palabras de una de las mujeres:

"Vimos a un hombre con un arma al otro lado de la calle. Miraba nuestra ventana. Y mientras lo veíamos, salió corriendo hacia la esquina. Ahí lo escuchamos decirle a otro hombre 'ya está bien, Louie'."

El hombre fue descrito como alguien muy alto y con una agilidad sorprendente para su tamaño, y que desapareció en la oscuridad de manera muy fácil. 
Nunca se supo quién era o la identidad de 'Louie', pero en este caso sí se logró recuperar una bala de calibre .32 en el piso del dormitorio. Lo que no se identificó fue de qué dirección se disparó el arma, la identidad del perpetrador o el arma en cuestión.
El pánico continuó por unos meses hasta que se detuvo repentinamente en 1928, dejando a las autoridades incapaces de resolverlo hasta el día de hoy. 

La rana.


Mi abuelo tiene una casa en lo más profundo de los bosques, tan apartada de la civilización que lo único que podía hacer durante las vacaciones era salir al campo y atrapar serpientes o perseguir perros salvajes.
Era un niño estúpido y sin temor a nada, por eso dormía solo en una pequeña cabaña para huéspedes en la orilla del terreno; justo al borde de un pantano de agua salada infestado de mosquitos, serpientes y ranas enormes.
Lo que voy a contar me ocurrió durante unas vacaciones de verano, pues habíamos viajado para celebrar el cuatro de julio con el abuelo.  Ese día me sentía muy cansado por el viaje, por
eso llegué directamente a dormir en la cabaña. Estaba en ese lapso entre la consciencia y el sueño cuando me di cuenta de que algo no iba bien.
No se escuchaba un solo sonido.
El croar de las ranas, los pájaros en los árboles, las toneladas de mosquitos y bichos en los mosquiteros de la ventana... absolutamente nada.
Me quedé confundido, así que decidí echar un vistazo por la ventana. Oscuridad total.
Era ya de noche.
Mi curiosidad me obligó a vestirme, ponerme botas y rociarme de repelente para salir. Y al estar afuera, me asustó la quietud del ambiente... nada de movimiento, ruido o viento. En todos los años que llevaba yendo al lugar siempre había nubes de mosquitos rondando, alguna rana al borde del agua o incluso el ulular de un búho en los árboles.
¿Qué demonios pasaba?
Di una vuelta alrededor de la cabaña, esperando escuchar algo más que el ruido de mis pies sobre el pasto... y entonces vi el lago.
Había algo al otro extremo de la orilla, como a treinta metros de donde me encontraba. No se movía, pero era enorme. Como de la mitad de mi tamaño y mucho más ancho que yo. Eso bastó para que se fuera la valentía que me quedaba, porque recordé que no había nada tan grande viviendo cerca del lugar.
No podía ser un cerdo, un oso o algún animal que conociera.
Entonces, el bastardo croó.
Como una rana, pero mucho más fuerte.
Me caí de espaldas por el susto, y eso debió haberlo alertado porque la cosa se giró y saltó al pantano. Pensé que venía por mí, así que corrí de vuelta a casa y me encerré a cal y canto.
Jamás le dije a nadie, y no me he vuelto a acercar al pantano desde entonces.
Hasta el día de hoy, duermo en la casa principal cada que visito al abuelo.

jueves, 22 de septiembre de 2016

En la playa.


Esto sucedió durante unas vacaciones en Fiji con una amiga y su familia.
Durante una noche, su papá nos contó una historia sobre el camino que recorríamos cada que íbamos a la playa. El camino era como cualquier otro, con la diferencia de que a un costado había una zanja de metro y medio de profundidad por la cual corría un pequeño riachuelo.
Como sea, su padre nos contó que hace años había una chica que solía recorrer ese camino todos los días para ir a la escuela. Una chica hermosa y que era conocida por todos gracias a la falda larga que usaba siempre.
Un día, sin embargo, se perdió sin dejar rastro.

A la policía le tomó cinco días encontrarla en la zanja a un costado del camino. Cuando la hallaron, se dieron cuenta de que había sido violada, mutilada y decapitada. Su cabeza jamás apareció, aún cuando la policía rastreó la zona de manera extensiva.
Su cuerpo fue subido a una camioneta y llevado al forense para determinar la fecha exacta de su muerte. Pero, y aquí comienza lo espeluznante, es que el cuerpo ya no se encontraba en el vehículo cuando los oficiales decidieron bajarlo.

¿Cómo era posible?
Nadie lo sabe, lo que es cierto es que al día siguiente lo volvieron a encontrar en la zanja y en la misma posición que cuando fue descubierta. Eso asustó a los detectives, pero decidieron seguir con su trabajo y llevárselo otra vez. Así que, ya se imaginarán que estaban muertos de miedo cuando volvió a ocurrir lo mismo.
Luego de varios intentos más, los oficiales decidieron rendirse y enterrar el cuerpo en la zanja.

De vuelta a mi viaje, ese día tuvimos mucha diversión en la playa, y ya era de noche cuando volvíamos a casa por el camino. A mitad del trayecto, vimos a una chica caminando del lado del camino en que se ubicaba la zanja. Era bonita y llevaba una falda larga. También tenía el cabello muy corto, lo que no era muy de mi agrado pero en cierto modo le iba bien.
El papá de mi amiga también la miró, aunque de manera diferente... porque nos dijo que no volteáramos mientras la pasábamos de largo.

No pude evitarlo.
Sentía que debía echarle un último vistazo. Así que volteé.
Lo que vi fue a una "mujer" sin cabeza caminando rumbo a la playa.