jueves, 7 de abril de 2016

Black Annis - La Devoradora de Niños.

Descrita como una horrible bruja de rostro azul, zarpas de metal y hambre por la carne humana; la leyenda de Black Annis (Annis Negra) es una a la que todos los niños de Inglaterra aprenden a temer desde pequeños.
Se le podría considerar una especie de Bogeyman o Cuco, y en las historias se dice que vive en una caverna en el condado de Leicestershire; de donde sale por las noches para acechar los campos en busca de toda clase de presas como corderos, gallinas y cachorros; pero en especial, niños; los cuales son sus preferidos. Se dice que Black Annis hace cinturones con las pieles de sus víctimas y que también usa sus afiladas garras para destrozar los riscos de piedra y hacerse cuevas en las cuales vivir por temporadas.
Estas cuevas tienen el nombre de Bowers (un Bower era una especie de domicilio para mujeres en la edad media), y es en ellas donde almacena a los niños capturados para devorarlos más tarde.

Los encuentros con Black Annis.
"Vastas garras manchadas de sangre humana crecían en lugar de manos, y los rasgos de un vívido azul brillaban en su rostro; mientras que su obscena cintura era abrazada fuertemente por pieles cálidas de víctimas humanas."
-John Heyrick Jr., poeta de Leicestershire.

Annis ha tenido muchos nombres a lo largo de los años.
Black Anna, Black Anny, Black Agnes y Cat Anna. Vivía en una cueva de las cavernas de Dane, a las afueras de Leicester. La cueva fue cavada con sus zarpas para romper la arenisca. Ante la entrada crece un viejo roble tras el cual ella se agacha, lista para saltar sobre niños descuidados.
A estos los carga al interior de su cueva, les succiona la sangre y come su carne antes de colgar sus pieles desolladas en las ramas del roble para secarlas. Usa una falda tejida de piel humana. Y como devora también a los animales, muchos pastores la culpan por el robo de ovejas y terneros.
A los niños de Leicester, si son malos o salen solos por la noche, se les dice "¡Cuídense, que Black Annis los atrapará!"

En el siglo XIX, un testigo dijo haber hallado su cueva. 
La tierra casi la llenaba por completo, pero era lo suficientemente grande para que un adulto cupiera en ella. El túnel se decía, conectaba el Bower de Black Annis con el castillo Leicester.

En 1941, una mujer relató su experiencia con la bruja:
Tres chicos habían sido enviados al bosque por su madrastra para recolectar leña. Al caer la noche, temían que Black Annis saliera por ellos, pues se decía que aparecía al anochecer porque la luz la convertía en piedra.
En el bosque, escucharon sonidos a lo lejos, y al asomarse por sobre unos arbustos fue que vieron a la terrible bruja al frente de su cueva. Incapaces de huir cargando la leña, decidieron tirarlos y salir huyendo; pero Black Annis los persiguió y casi estuvo por atraparlos cuando ya habían llegado a la puerta de su cabaña.
Afortunadamente, el padre de los chicos salió corriendo con un hacha en las manos, y la estrelló de lleno en la cara de Annis. La bruja, al verse atacada, salió gritando "¡Sangre! ¡Sangre!" y desapareció en el bosque.
La mujer decía que los aullidos de Annis fueron escuchados por todo el pueblo, y que el rechinar de sus dientes era un sonido de advertencia; pues además de ser audible a lo lejos, era una advertencia de que la bruja tenía hambre.
La describió con una mujer muy alta, de rostro azul y con grandes dientes perlados. 

Los mitos de Black Annis.
La supuesta "entrada" al Bower de Black Annis, bloqueada con una roca.
La primer referencia escrita de este ser data del siglo XVIII, en un título de propiedad en los registros de Inglaterra, el cual se refiere a un terreno como "El Bower de Black Anny". Quién fue Black Anny o si fue real, nadie lo sabe con seguridad; pero de ese nombre parte la leyenda que eventualmente evolucionó para convertirse en Black Annis.
Ciertos folkloristas, expertos en mitología y literatura inglesa antigua, consideran que el origen de la temible bruja se halla en la mitología celta; y que inclusive hace referencia a una diosa apócrifa de la Europa ancestral y que aparece en mitos vagos como "una devoradora de niños".
Otro elemento de Black Annis que tiene relación con estas deidades, es el de que su cueva siempre se encuentra bloqueada por un roble de gran tamaño. En ciertas religiones de Inglaterra mucho más antiguas que los celtas, se realizaban sacrificios anuales de niños frente a robles para prevenir la cólera de los dioses del invierno.
Por su parte, el autor Ronald Hutton explica que la leyenda de Black Annis en Leicestershire se basa en una persona real, una monja católica de la edad media llamada Agnes Scott. 
Agnes nació en la localidad de Little Antrum y pasó toda su vida en reclusión, en el interior de una caverna en las colinas Dane; siendo enterrada en el patio trasero de una iglesia en Swithland. La historia de Agnes Scott pudo haber sido distorsionada a raíz de la Reforma Protestante, convirtiendo a la ermitaña mujer en una monstruosa criatura infernal.

miércoles, 6 de abril de 2016

Ángel de mi guarda.

Siempre estoy contigo.
Estuve ahí cuando naciste. Te miré incluso antes de que pudieras abrir los ojos. Tu familia y los doctores no podían verme en la esquina de la habitación, contemplándote con mis ojos nebulosos... pero estuve ahí desde que naciste, y te seguí a casa.

Siempre estuve ahí.
Jugabas con tus juguetes a solas mientras yo veía desde todos los ángulos en los espejos cercanos; mi cabello sucio y grasoso, adherido como pegamento a mi frente agrietada. Te acompañé todo el tiempo, flotando detrás del auto de tu madre de camino al preescolar.
¿Creías que estabas solo al ducharte? No. Yo estaba al otro lado de la puerta, con el viento silbando a través del agujero en mi garganta. Mis brazos torcidos y colgando sin vida mientras permanecía encorvado al otro lado de la cortina del baño.
Esperé. Te seguí. Siempre floté detrás de tí.

No me ves.
Soy casi inexistente en la luz. Nunca me viste en la mañana mientras me sentaba frente a tí cuando desayunabas, como mi boca goteaba sangre mientras la abría grotescamente en dirección a tí. A veces.. me pregunto si sabes que estoy ahí. Creo que estás consciente, pero nunca entenderás qué soy o qué tan cerca me encuentro.

Pasé largas horas de tu día sin hacer más que respirar -o más bien, ahogarme- en tu oído. Deseo tanto estar cerca de tí, atar mis brazos tullidos en torno a tu cuello. Permanezco a tu lado cada noche, con mis ojos mirando hacia arriba desde debajo de tu cama, siempre observando tu rostro durmiente en la oscuridad.

Sí. A veces tal vez me hayas visto. Tus padres venían corriendo a tu habitación cada que gritabas. Eras pequeño. Apenas y hablabas.
"¡Monstruo! ¡Monstruo en mi cuarto!"
Creías que jamás olvidarías mi apariencia, como la quijada rota me cuelga sobre el pecho, balanceándose de lado a lado. Me hundí al fondo de tu armario, y tu madre no pudo verme aunque apuntabas y apuntabas... creerías que jamás olvidarías lo que pasó cuando se fueron esa noche. Viste la puerta abriéndose poco a poco, me viste arrastrarme por el piso a cuatro patas; moviéndome como una araña con mis brazos y piernas dislocados...

Aprendiste una nueva palabra para mí: Coco.
Pero no soy exactamente el monstruo que creías. Siempre espero y te sigo, siempre. Siempre. Acariciando tu rostro con mis zarpas mientras duermes.

Pronto me verás de nuevo.
En cualquier día. Vendré, crudo y brutal. Un día me verás a través del camino y creerás que salto hacia tí, rugiendo y chillando fuertemente.
Rodarás en el pavimento, bajo las llantas, bajo una defensa de metal frío y duro... Todo eso mientras mis dedos te acarician el rostro una y otra vez.
Mirarás hacia arriba con los ojos empañados, con el cabello sucio y sangriento colgando sobre tu rostro, y con la quijada zafada y colgando contra tu pecho.
Me verás acercarme. Nadie más lo hará. Mirarás sin que te importe algo más, y yo te devolveré el gesto. Por primera vez en nuestra vida, sonreiré. Jurarás que ves un espejo mientras una espuma escarlata sale de  nuestras bocas.
Me inclinaré sobre tí, más cerca que el doctor y los curiosos... y te alzaré en mis brazos torcidos. Nuestros rostros se tocarán. Mis alas se abrirán. Y tendrás que seguirme.
Y siempre estaré contigo, porque soy tu ángel de la guarda.


Ángel de la Guarda, dulce compańía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería.