martes, 30 de agosto de 2016

Búsqueda y Rescate.

No sabía donde postear estas historias, así que se me ocurrió compartirlas aquí.
He trabajado como oficial de Búsqueda y Rescate para el Servicio Forestal de los Estados Unidos, y durante mi carrera he visto ciertas cosas que quizás puedan interesarles.

Tengo un buen récord en localizar gente perdida. 
La mayor parte de las veces se trata de personas que se apartan del camino o caen de un risco pequeño y ya no pueden encontrar como volver; así que se quedan en un lugar y esperan el rescate. Esos son los fáciles.
Pero hubo dos casos en los que eso no ocurrió. Me molestan hasta la fecha, de hecho; y los uso como motivación cada que nos llega un nuevo reporte de desaparición. El primero fue un niño que estaba recogiendo bayas con sus padres: Su hermana y él desaparecieron al mismo tiempo.
Sus padres los perdieron de vista por unos segundos , lo suficiente para que los chicos pudieran apartarse de ellos.
Al no encontrarlos por su cuenta, nos llamaron para ir a peinar el área. Encontramos a la niña muy rápido, y cuando le preguntamos por su hermano nos dijo que se lo había llevado "el hombre oso". Nos contó que el hombre le dio bayas y le pidió que guardara silencio, que quería jugar con su hermano por un momento. 
La última vez que vio a su hermano, el niño iba sobre los hombros del "hombre oso", bastante tranquilo. Claro que pesamos que se trataba de un secuestro, pero jamás encontramos evidencia de que hubiese otro ser humano en el área. La niña insistía que no era un hombre normal, y que tenía "una cara extraña". 
Buscamos por semanas, pero nunca encontramos rastro del niño.
El segundo caso fue el de una mujer joven que había estado caminando con su madre y abuela. De acuerdo a la madre, la chica subió a un árbol para ver mejor el bosque, pero jamás bajó de las ramas. Esperaron en la base del árbol por horas, llamándola hasta que decidieron buscar ayuda. Como en el primer caso, buscamos por todos lados pero no logramos hallar siquiera un rastro de la chica.
No tengo idea de donde pudo haber ido, porque ni su madre ni la abuela la vieron bajar.

En ciertos casos, he estado acompañado por un perro de rescate que me guía a riscos verticales. No colinas, no laderas de montañas. Riscos afilados en los que nadie podría trepar ni con equipo de escalada. 
Eso me perturba. Porque por lo regular encontramos a la persona en cuestión en la cima del acantilado sin explicación de como llegó ahí.

Un caso particularmente triste involucró la recuperación de un cuerpo. 
Una niña de nueve años cayó por un acantilado y terminó empalada en un árbol al fondo. Fue un accidente terrible, y nunca olvidaré el grito de su madre cuando le conté qué había pasado. Vio la bolsa para cadáveres siendo subida a una ambulancia y dejó salir el llanto más desgarrador que jamás he escuchado.
Fue como si toda su vida se desmoronara en torno a ella y una parte de sí hubiese muerto con su hija. Un tiempo después escuché de otro oficial de rescate que se había suicidado unas semanas después, pues no pudo vivir con lo que había pasado.

En otra ocasión tuvimos que trabajar en equipos y usando armas porque llegaron reportes de osos en el área. Esa vez estábamos buscando a un tipo que no había regresado de un viaje de escalada; y lo encontramos atrapado en una zanja con una pierna rota.
No fue bonito. Llevaba casi dos días ahí, y su pierna se había infectado. Logramos treparlo a un helicóptero y por lo que escuché de los paramédicos, el tipo estaba inconsolable. Decía que había logrado subir un acantilado sin problemas, pero al llegar a la cima se encontró con que ya había alguien ahí.
Se le hizo raro que el hombre no llevara equipo para escalar o herramientas, y que únicamente vistiera con un abrigo parka y pantalones de ski.
Se le acercó para hablar con él, pero  al hacerlo éste volteó y en donde debía estar su rostro solo había un espacio en blanco, como un lienzo de carne. Eso asustó al escalador y lo hizo caer por la orilla de la montaña; donde quedó atrapado. 
Escuchó al sujeto sin cara gritando toda la noche, bajando por la ladera de la montaña y emitiendo gemidos ahogados. Eso me asustó muchísimo, y agradezco el no haber estado ahí para escuchar la historia de boca del escalador.

De las cosas que personalmente me han pasado, una que recuerdo bien involucra la búsqueda de una mujer joven que se separó de su grupo de escalada. Estuvimos afuera toda la noche, y la encontramos hecha un ovillo bajo un tronco podrido.
Le faltaban los zapatos y la mochila, y claramente estaba en shock. No tenía heridas, así que pudimos hacerla caminar junto a nosotros de vuelta a la base. A lo largo del camino volteaba constantemente hacia atrás y nos preguntaba porqué "ese hombre grande con ojos negros" nos estaba siguiendo.
No vimos a nadie, así que tuvimos qué descartarlo como un síntoma de shock. Pero mientras más nos acercábamos a la base, la mujer se agitaba más. Me suplicaba que le dijera al tipo que dejara de "hacerle gestos", al grado de que se detuvo, giró y empezó a gritarle al bosque que la dejara en paz.
Gritaba que no iba a ir con él, y que tampoco iba a permitir que nos llevara. Al cabo de un rato logramos moverla, y fue entonces que escuchamos unos ruidos que parecían venir de todos lados. Era casi como una tos, pero con ritmo definido y más profunda. Algo como el ruido que hace un insecto, pero más fuerte; porque no tengo una mejor forma de describirlo. Cuando estábamos cerca de la base, la mujer me miró y vi que sus ojos estaban tan abiertos como era posible. Me sujetó por el hombro y dijo: "Él dice que camines rápido, que no le gusta ver la cicatriz en tu cuello".
Sí. Tengo una cicatriz pequeña en la base del cuello pero quedaba oculta bajo el cuello de mi camisa, así que no tengo ni idea de como fue que la mujer la vio. Después de que dijera eso escuché una tos extraña junto a mi oído, y eso me hizo saltar. La apresuré a entrar a la base, tratando de no mostrar qué tan asustado estaba, pero sí puedo decirles que estuve condenadamente feliz de dejar el área esa noche.

La última historia que contaré es tal vez la más extraña.
No sé si sea algo constante en todas las unidades de Búsqueda y Rescate, pero en la mía es una especie de cosa secreta con la que nos topamos de vez en cuando.
Pueden intentar preguntarle a otros oficiales de ByR, pero incluso si saben de qué hablan no creo que les comenten algo al respecto. De hecho, nuestros superiores nos pidieron no hablar de ello y a estas alturas estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos parece extraño.
En cada caso que involucra adentrarnos en los bosques, y hablo de entre 50 y 70 kilómetros en el interior del bosque; siempre llega un momento en que encontramos una escalera en el bosque. Sí, una escalera. Como la de una casa.
Pregunté de qué se trataba la primera vez que la encontré, y el oficial que me acompañaba me respondió que perdiera cuidado, que era algo normal. Todos a los que les pregunté contestaron lo mismo. Quería verlas y saber de qué se trataba, pero se me dijo de manera muy enfática que jamás me les acercara.
Ahora solo las ignoro porque las veo muy seguido.

La mujer burro de San Antonio.

A mediados del siglo XIX, una familia de colonos habitaba una cabaña a las orillas de la cañada Elm, en lo que eventualmente serían los suburbios de San Antonio, Texas. La familia consistía de un hombre, su esposa y dos hijos; que pasaban por muchas carencias al intentar plantar cultivos en el árido suelo del sur de Texas.
Un día, el hijo de un adinerado mercante de San Antonio pasó montado a caballo cerca de la propiedad y se encontró con un burro que pastaba a un lado del río. El aburrido joven tomó una rama y comenzó a golpear al burro hasta que el animal se desesperó y le soltó una mordida en el brazo.
Esto hizo enfurecer al chico, que entonces atacó con más saña hasta casi dejar muerto al pobre animal. Cuando ya se encontraba a punto de rematarlo los dueños del burro escucharon los chillidos del animal y corrieron en su ayuda; lanzando una lluvia de rocas al intruso sin saber de quién se trataba.
El joven herido subió a su caballo y se alejó galopando a toda velocidad, gritando que se vengaría de los colonos.

Esa misma noche, un grupo de matones liderados por el mercader y el muchacho volvieron a la cabaña y le prendieron fuego con antorchas; y dispararon con sus rifles para impedir que cualquiera de los habitantes escapara de las llamas.
El esposo desesperado ideó un plan: Saldría y distraería a los atacantes, comprando el tiempo necesario para que su esposa e hijos pudiesen salir y pidieran ayuda a las autoridades. De cualquier modo su plan falló casi instantáneamente; pues los hombres le dispararon en cuanto asomó la cabeza por la puerta. 
La casa ardió y los gritos de la mujer y sus hijos al quemarse vivos resonaron a lo largo del río hasta que finalmente se apagaron y del lugar solo quedó un montón de escombros humeantes.

Habiendo obtenido su venganza contra los pobres colonos, el mercader estaba por dar la orden de retirarse cuando súbitamente, una figura maltrecha y envuelta en llamas salió de los restos carbonizados de la casa. La figura maltrecha se acercó tambaleándose al grupo, cegada por el dolor.
La esposa del colono había sido quemada al grado en que sus manos quedaron reducidas a muñones negros y la piel de su rostro colgaba deformada por el calor como si fuese el hocico de un burro o un caballo.
Sus ropas también habían sido destruidas, y dejaban ver un cuerpo ennegrecido y marchito que de alguna forma seguía quemándose. El ser lanzó un gemido desgarrador y pasó corriendo de largo frente al grupo para arrojarse a las aguas del río con la intención de ahogar su dolor. El grupo de criminales decidió seguirla para rematarla, pero al llegar al agua no encontraron rastro alguno de la mujer en el río poco profundo.

Desde esa terrible noche, los viajeros que pasan cerca del lugar que hoy se conoce como "el Puente de la Mujer Burro", han reportado ocasionalmente encuentros con el  espectro del mismo nombre; el cual grita y llora debajo del puente y en los bosques cercanos. Algunos inclusive dicen haber sido atacados por una criatura  que salta sobre los autos y araña las ventanas mientras grita que la dejen entrar.
Se dice que si te estacionas debajo del puente y apagas tus luces en una noche de luna llena, de seguro encontrarás algo que atormentará tus sueños durante el resto de tu vida. 
La figura quemada y deforme conocida como La Mujer Burro.

Los Bosques Old House.

Los Bosques Old House son una zona agreste que se extiende a lo largo de la costa de la bahía de Chesapeake en Virginia, cerca de la pequeña ciudad de Diggs; y que cuentan con una rica historia de fenómenos sobrenaturales, experiencias inexplicables y otros eventos que los han llevado a ser considerados como uno de los lugares más embrujados de los Estados Unidos.
Durate la guerra revolucionaria de Estados Unidos, los bosques fueron un destino popular entre piratas y soldados que ocupaban el sitio para ocultarse. Más adelante, en la guerra civil estadounidense; fue escenario de múltiples escaramuzas entre fuerzas confederadas y de la Unión. Es por esta historia de violencia, asesinatos y combates que se le dio el apodo del "Bosque Negro" de Virginia.
Este nombre fue usado por primera vez en los 1700s, cuando en el centro de los bosques se alzaba una casa conocida como la mansión Frannie Knight; de la cual hoy solo queda una estructura decrépita, la cual se enciende en llamas cada cierto tiempo sin explicación alguna.

Tesoros ocultos.
Charles Cornwallis.
Parte del atractivo de los Bosques Old House son las leyendas de tesoros ocultos en la costa conocida como Whites Creek que datan de los 1600. 
Las leyendas populares narran que varias bandas de piratas y contrabandistas tomaban ventaja de lo apartado del lugar para ocultar sus tesoros: cofres y bolsas repletas de monedas de oro, joyas y otros artículos robados a galeones españoles, holandeses y portugueses en el Atlántico. 
De todos estos, el más famoso es el del Rey Carlos II. El Rey envió un tesoro a América en las semanas anteriores a la batalla de Worcester, como precaución por si necesitaba huir de Inglaterra y refugiarse en las colonias. Pero, de camino a América la nave fue víctima de una tormenta y acabó encallada en Whites Creek. Una vez ahí, varios bandidos que habitaban el bosque saquearon el barco y ocultaron el botín con la intención de recuperarlo más tarde.
Dependiendo de la versión de la historia, se dice que los bandidos murieron durante otra tormenta o que fueron capturados y colgados por sus crímenes. 
El tesoro supuestamente continúa enterrado y es protegido por los espectros de la tripulación del barco. Otra variante de la leyenda dice que los ladrones regresan como fantasmas cada noche en buscca de su tesoro, y que es fácil ver sus linternas espectrales al moverse entre los bosques.
Otra historia popular de tesoros data de la Guerra Revolucionaria: En el año de 1781, hombres al mando del gran líder militar británico Charles Cornwallis cruzaron el bosque con un gran botín de oro robado para llevárselo a su comandante cuando fueron emboscados por patriotas estadounidenses.
Al darse cuenta de que no podían cargar con él y pelear efectivamente, decidieron ocultarlo en los bosques para ir por él después; pero el final de la guerra les impidió hacerlo y el tesoro de Cornwallis permanece ahí escondido en los bosques. Aquí, se dice que los espíritus de soldados británicos patrullan los bosques por las noches en busca del lugar donde se enterró el oro.
Con tantos tesoros supuestamente ocultos, cualquiera podría pensar que el bosque atrae a muchos buscadores de tesoros, pero en realidad es que la reputación misma del lugar basta para desmoralizar hasta el más aventurado cazarecompensas, pues un gran número de intrépidos oportunistas han desaparecido al internarse al bosque en busca del oro.

Las naves fantasmas.
Además de soldados y piratas espectrales rondando los bosques, tambien hay reportes de naves fantasma que la bahía y las costas cercanas a Old House; siendo el más importante aquél presenciado por un pescador llamado Ben Feribee a finales del siglo XIX.
De acuerdo con Feribee, estaba pescando en Whites Creek cuando vio algo que no era de este mundo: Una nave fantasma materializándose de la nada, la cual describió como un enorme galeón lleno de luces en cada mástil y ventanilla; y tripulado por sombras humanas visibles sobre la cubierta. La nave se lanzó de lleno contra el bote de Feribee, que trató de maniobrar para salir de lo que parecía ser un curso de colisión inminente.
Cuando todo parecía perdido y que la nave lo arrollaría, Feribee dio que la nave sencillamente lo atravesó y continuó su camino por las aguas sin hacerle daño.
Otras leyendas involucran un galeón español que aparece en Whites Creek y flota a varios metros sobre el nivel del agua e incluso tierra adentro; desapareciendo en el corazón de los bosques.

Los espectros de los bosques.
De la miriada de fantasmas que supuestamente embrujan Old House, el más famoso es la figura espectral de una mujer vestida de blanco que atraviesa los bosques gritando cuando va a ocurrir alguna tomenta; por ello se le conoce como "la dama de las tormentas" y se cree que es una portadora de la desgracia similar a las Banshees del folklore irlandés.
Un residente local y cazador de patos de nombre Henry Forrest dijo haberse encontrado con un grupo de soldados vestidos con el uniforme de los casacas rojas de 1776. Forrest se encontraba cazando patos con su rifle y cuenta que al disparar al borde de un río, los soldados aparecieron tras unos cañaverales y empezaron a avanzar hacia él. Corrió de vuelta a su bote y para su sorpresa, se encontró a un soldado sentado en él.
Forrest amenazó con dispararle, a lo que el espíritu respondió "Dispara y la maldición del diablo caerá sobre tí y tu progenie traidora"; pero el cazador no se intimidó y abrió fuego contra el casaca roja. El soldado fantasma comenzó a flotar hacia él, y Forrest salió corriendo despavorido hacia los linderos del bosque.
Aparte de los casacas rojas, se habla de misteriosos esqueletos cubiertos por armaduras oxidadas, los cuales merodean al anochecer. En 1926, un hombre llamado Jesse Hudgins reportó que había sido rodeado por un grupo de extraños que portaban linternas mientras se encontraba caminando a la orilla del bosque.
Al acercarse y poder verlos, el susto de Hudgins fue mayúsculo: Se trataba de esqueletos putrefactos que vestían armaduras medievales, y uno de ellos lo amenazó con lo que parecía ser una espada de tipo claymore.
En otro reporte, un hombre quedó varado cuando su auto dejó de funcionar en medio de un camino que atravesaba el bosque. Al cabo de unos minutos, se le acercó una figura que describió como un esqueleto en armadura, y que preguntó "¿es esta la carretera del Rey? He perdido mi nave". 
Otros espíritus de los bosques incluyen dos perros negros que tienden a atacar a la gente perseguir autos e incluso a veces derribar a motociclistas para luego desaparecer como por arte de magia mientras su ladridos reverberan entre los árboles. Además de los perros, se han visto caballos negros que corren a la par de los autos, cuervos traslúcidos que vuelan entre las copas de los árboles y vacas y toros sin cabeza que aparecen en los claros del bosque.
Cabe mencionar que grupos de cazafantasmas e investigadores han visitado Old House y experimentado toda clase de sucesos que van desde cámaras y equipo electrónico que empieza a fallar hasta la captura de fotografías con imágenes espectrales, videos en los que aparecen luces y figuras traslúcidas; e incluso grabaciones de FVE que han registrado pisadas, voces e incluso el sonido de cañonazos.

El pánico de Old House.
Existen otras extrañas ocurrencias en los bosques. Por ejemplo, en la época que no existían los autos, los viajeros se negaban a pasar por el área debido a que algo en el bosque hacía que los caballos entraran en pánico o se negaran a avanzar.
Esta sensación de pánico se extiende a los seres humanos, pues muchos campistas y viajeros dicen caer presa de una sensación de pánico y perdición; al grado de rehusarse a continuar más allá de cierto punto. Otras instancias incluyen la sensación de pérdida del aliento y asfixia; terror ocasionado por orbes de luz que solo algunas personas pueden ver, y la percepción de un inusual olor a azufre que se vuelve insoportable por unos segundos, para luego desaparecer repentinamente.