jueves, 27 de abril de 2017

Okinawa.

"Hace años estuve estacionado en la base estadounidense de Okinawa, en Japón.
Como sabrán, Okinawa es una isla japonesa literalmente cubierta por bases estadounidenses; y me tocó estar en la más pequeñas de todas, un campamento en el bosque llamado Camp Courtney.
Mi trabajo era de guardia, así que básicamente estaba sentado en una caseta chiquita con una oficina, una tele y un radio; y consistía en dar rondines por la noche y responder a llamadas de Camp Courtney por si había algo fuera de lugar.

Mi historia comienza en una noche de jueves. Me tocó montar guardia en medio de una tormenta jodida, un monsón. Rayos, vientos como de huracán, lluvia pesada y truenos que hacen temblar la tierra. Cliché, lo sé. Pero así era.
En fin, un vigía me llama para decirme que acaba de ver a una niña corriendo hacia el bosque cerca de la reja de entrada. Y sí, de inmediato pensé que era algo MUY raro. 
Aquí debo explicar que Okinawa es el lugar donde se luchó una de las últimas y más sangrientas batallas de la Segunda Guerra Mundial; y donde cientos, si no es que miles de civiles fueron asesinados. Así que sí, asumí que era un fantasma.
Llegué a la puerta completamente empapado y le pregunté al vigía sobre lo que había visto.

"No sé, viejo. Era una niña vestida de blanco. Parecía una enfermera y se fue por el camino que pasa por la puerta."

Me dieron escalofríos, y explicaré porqué:
En Japón hay tumbas grandes por todos lados, en especial en Okinawa. Y es extremadamente irrespetuoso pasar sobre de ellas. La gente dice que acabarás maldito si lo haces, de hecho. Las que teníamos en la base estaban prohibidas para nosotros, y había signos que decían en japonés y en inglés que solo los parientes de los muertos en las tumbas podían acercarse a ellas.
Bueno, joder.
Caminé hacia el camino y alumbré los pastizales. Nada. Llamé preguntando si alguien necesitaba ayuda, pero sin respuesta. Cansado, mojado y algo asustado, me dije a mi mismo que no valía la pena; y que además no quería pasar la noche cazando fantasmas. Le dije al vigía que seguro era un gato, y sí, me miró con la expresión que se están imaginando.
Dos horas después, otro vigía que acababa de llegar por el cambio de turno me llama y me dice que acaba de ver a alguien corriendo por el pasto. Con una mierda, eran las dos de la mañana y la tormenta empeoró muchísimo. 
Fui a revisar de nuevo, y le pregunté al vigía si era por casualidad una niña con un vestido blanco. Sí, era la niña. Y para ese momento ya tenía mucha curiosidad, así que me convencí de ir a revisar.
Salí, hice los llamados de procedimiento y nada. Caminé por los pastizales y entré al bosque, que más bien era como una jungla. Tuve esa sensación de arrepentimiento, pero seguí. Era tan oscuro que la lintena solo hacía que las cosas se vieran más tétricas, y a medio camino recordé que en esa época del año había un montón de serpientes y arañas bananeras de esas que parecen tarántulas.
Joder, joder, joder.
Me dije que seguiría caminando hasta ver el signo y luego volvería. No hay pierde, porque en realidad son unos letreros muy grandes y no hay forma de perderlos de vista. 
El bosque estaba callado, y para entonces la tormenta ya había disminuido. Me preocupó que el camino pareciera mucho más largo de lo que recordaba, pues ya había caminado el tiempo suficiente para ver el letrero y es más; con la oscuridad ya ni siquiera sabía si estaba en el camino que atravesaba el bosque. 
Perdido.

Me asusté.
Tomé una pausa táctica, respiré y traté de tranquilizarme diciendo que podía ser peor. Y justo me decía que podría haber estado en combate o algo así cuando escuché un llanto en la selva. La clase de gemido agudo que manda escalofríos por la espalda y te pone la piel de gallina. 
Grité, preguntando si había alguien ahí y el llanto solo se hizo más fuerte. Más y más, como si algo se acercara. Sentí una presencia detrás de mí. 
Decidí mandar todo al demonio y corrí hacia el sentido opuesto, o sea, más al interior de la selva. Me di cuenta de que no corría sobre lodo, si no algo duro. Miré hacia abajo y vi que era un camino empedrado. Estaba a seis metros de una de esas tumbas gigantes, así que le imploré a quien estuviese enterrado ahí que me perdonaran y que estaba perdido. 
El llanto volvió a sonar cerca de mí, lo que quiere decir que esta cosa me estaba siguiendo. 
Me congelé, y escuché que se acercaba más y más. 

"COG, ESTE ES ECO 3 ALFA RADIO. CAMBIO."

Salté en el aire y grité un poco. El radio acababa de sonar, y contesté. Me di cuenta de que el llanto ya había cesado. Así que decidí voltear hacia la tumba y... ahí estaba la jodida niña.
Una niña japonesa, pálida como la nieve y vestida de blanco.
Grité y corrí como un loco hasta que finalmente salí de la selva. Llegué a un punto diferente del campamento, así que no me quedó más que volver a mi puesto. Mojado, asustado y paranoico. 

Al día siguiente le conté a todos, y uno de los veteranos me dijo que muchos la habían visto, incluido él. Desde ese día, las luces de mi habitación se apagan por sí solas, escucho golpes en la ventana, se caen las cosas y pasan otras cosas raras.
Un día, las luces se apagaron y mi compañero de habitación y yo vimos una figura negra. Así que lo primero que pensamos fue en tomarle una foto.
Y aquí está.
Me siento mal cada que la veo.
Y no, no es falsa."

Historia extraída de 4Chan.

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